domingo, 24 de mayo de 2015

Cuarteles de Invierno. Vetusta Morla.

Un desorden milimétrico, me acerca hasta el lugar. 
Lleva a cabo mi propósito, de ser cuchillo y presa a la par. 
No es tan trágico, jugar con la distancia y heredar su soledad. 


Cuarteles de Invierno. Rompiendo su silencio. 
Muñecas de hielo. Testigos de este encierro. 
Fue tan largo el duelo que al final, casi lo confundo con mi hogar. 


Botiquines para amnésicos, leyendas de ultramar. 
Soldaditos pre-soviéticos, sellé mi Guerra y Paz particular. 
Hay un misterio, de mapas que no llevan al tesoro, ni a epicentros a punto de estallar. 
Son las leyes de la física y el tiempo no se pone en mi lugar. 
Ya es un clásico, perdí el salvoconducto y ahora espero al emisario... que nunca llegará. 


Cuarteles de Invierno. Rompiendo su silencio. 
Muñecas de hielo. Testigos de este encierro. 
Fue tan largo el duelo que al final, casi lo confundo con mi hogar. 


Por mucho que vuelvo, no encuentro mis recuerdos. 
Los busco, los sueño, lo propio ya es ajeno. 
Cayeron los bordes y el vaso ya está lleno. 
Y ahora sólo intento vaciar, sólo necesito despegar. 
Fue tan largo el duelo que al final, casi lo confundo con mi hogar.

A la hora de la siesta.

Tic-Tac
Uno
Tic-Tac
Dos
Tic-Tac 
3
El reloj sonaba desde el escritorio, era hora de despertar del letargo, del mundo de los sueños. Era hora de empezar a caminar, a hacerse amigo del sol, hora de aprender a buscar la felicidad.
Hora de una nueva era.
Hora de abandonar la comodidad de la cama.
Hora de despertar.
Bienvenidos a la hora de la siesta.